Al mural de Iván
Soy pintor de pincel largo, lo confieso. Y de este modo hago mediar entre el lienzo y mis dedos, treinta o cuarenta centímetros por lo menos.
Admito que disfruto ver mi imagen reflejada en el espejo de pared, dando pinceladas así, a tal distancia. Me siento un espadachín del óleo. Un esgrimista del trazo.
Pero a veces, lo reconozco con la misma apertura, el lienzo ha sido el que ha dado touché.
De nuevo, y por motivo distinto al anterior, gracias.
Ante la imposibilidad de siquiera escribir nueva nota, y todavía menos, de responder uno a uno a quienes han dejado una felicitación por lo del Premio Juan Rulfo, espero que estas líneas sirvan para expresarles mi agradecimiento y real emoción que transmiten sus palabras. Vendrán tiempos más relajados y entonces seguiré con mis textos.
Y gracias, a quien quiera que haya sido el visitante número tres mil.