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© Luis Felipe Hernández, México,
salvo especificación en contrario.

enero 13, 2006

3.
Pero hay más, oh, sí, ya que las resacas son eso, oleajes que van y vienen.
Porque encontramos, ya encarrerados con el file de las actas familiares, otra acta en la cual mi madre solicitó al registro civil una constancia de que los abuelos, sus padres, en efecto, se casaron...
Y lo hicieron, sí: cuatro años después de que ella nació.
O sea, que bien pudo ser la pajecita en la boda de sus propios padres.
O sea, que esto explica el que nunca hubiera habido fotos de la abuela vestida de novia.
O sea, que la celebración tan fastuosa que les hicimos de sus cincuenta años de casados, de sus bodas de oro, en realidad fue un festejo (más que más lujoso) del aniversario cuadragésimo sexto de sus nupcias.
La resaca en mí no adquiere tintes telenoveleros. O sea, no me siento El hijo de la bastarda ni mucho menos. La verdad es que me da igual... si bien es como enterarte de que tu nombre no es el tuyo, o que tu día de cumpleaños es otro, o que fuiste a un festín espurio.
Resaca habemus.

Luisfey, 8:10 a.m.

enero 11, 2006

2.
Ésta resulta más impactante que el mero estrellarse en el piso de un par de esferas, o la simple devolución de un anillo de compromiso:
Por cuestiones que sería muy largo, tedioso y sin duda poco interesante (aunque no deja de tener su lección o moraleja, el descubir cómo se origina una hecatombe, cómo empieza por lo más sencillo, lo más insospechado), no explicaré qué nos llevó a buscar el acta de nacimiento de mi madre. Mi madre, bohemios, falleció hace millones de años, por lo que la búsqueda de tal documento no obedeció a ningún trámite funerario, hereditario ni mucho menos.

Sorpresa: su fecha de nacimiento no es el día que ella siempre celebró (pongamos que fuera el 16 de agosto) sino uno después (pongamos que nació realmente el 17 de agosto). Todos nos hemos quedado de boca seca, porque entonces, ¿por qué siempre celebró el 16 de agosto, pongamos?

Y por qué, sobre todo esto, ¿por qué siempre comentó, como la gran anécdota, el que mis abuelos, sus padres, se habían casado el 16 de noviembre del año previo a que ella naciera, y por tanto, mi abuelo tuvo, en la noche de bodas, una puntería de eficacia indudable? Es decir, que si ella nació un día después, el 17 (sigamos poniendo) no tiene relevancia la anécdota...

Mas aún falta: Seguimos leyendo hacia abajo en el acta reveladora y nos damos cuenta de que los dos abuelos, es decir, los padres de mi madre, bohemios, aparecen como solteros y cada uno da un domicilio distinto.

Debe ser, sin duda alguna, error tipográfico.
O que estaban muy nerviosos al registrar a la pequeña y se equivocaron tanto en su estado civil como en su domicilio.
O que eran muy jóvenes (y sí que lo eran: mi abuelo tenía 26 y mi abuela 22...)
O que...
Qué maldita resaca.

Luisfey, 7:57 a.m.

enero 09, 2006

RESACAS

0.
Todos las tenemos. Y más en enero. No importa el tiempo que haya pasado del mes fatídico: las resacas se presentan. Y en mi caso hubo muchas, producto de los acontecimientos decembrinos.

1.
La primera, y menos importante, ya presagiaba lo que vendría: dos esferas en mi casa decidieron suicidarse.
Suelo poner un gran adorno, consistente en follaje navideño, moños y esferas, sobre la repisa de la chimenea. Esta recién pasada Navidad no fue la excepción.
Una tarde salí a abrir la puerta de la calle. Era Ella, quien, según dijo tras concienzuda reflexión, me devolvía un anillo que yo le compré para formalizar mis intenciones lúbricas. Cuando abatido regresé a casa, preguntándome qué diablos iba yo a hacer con la joya, observé que dos esferas del adorno de la chimenea estaban hechas añicos en el piso. Simplemente saltaron, se dejaron caer desde una altura que para ellas resultó fatal. La cuestión es ¿por qué lo hicieron?
No creo que un par de esferas sean tan inteligentes como para indicarme la salida fácil a mi ánimo tras la acción de Ella. Y de cualquier modo, ¿qué conseguiría yo saltando desde la repisa de la chimenea?

Luisfey, 7:53 a.m.

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