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© Luis Felipe Hernández, México,
salvo especificación en contrario.

febrero 11, 2005

Mientras Ella se maquilla en el baño, yo preparo café en la cocina. Escucho, primero el estrépito, luego su voz: "Mierda, se me cayó el espejo". Los vellos de mi nuca se erizan: un espejo roto no presagia nada bueno, y lo confirmo cuando Ella aparece en el umbral de la cocina: su rostro está desordenado, alrevesado, como en un Picasso, ni más ni menos. Ante el horror de mi mirada, pregunta "¿Qué, me puse mucho rubor?".

Luisfey, 10:10 a.m.

febrero 09, 2005

Entramos a una fonda muy concurrida del puerto, Ella y yo.

Trajeron nuestros platillos, mi sopa estaba desabrida. Al pedirle el salero, Ella me lo pasó con la mano; mi recalcitrante supertición me hizo retirar la mía en el instante mismo en que Ella lo soltó. Así, a la mala influencia que resulta tomar el salero de mano de otra persona, se sumó la de la sal desparramada, y en qué cantidad, sobre el mantel. Hice lo conducente: arrojé un puñado del grano por encima de mi hombro izquierdo. Ella miró en tal dirección con ojos aterrados y de inmediato comprendí porqué: a mis espaldas comía un fornido marinero, que se levantó, llegó a nuestra mesa y dijo con ronca voz: "¿Usted lo hizo?". Tembloroso ante lo que vendría, sólo asentí sin emitir sonido alguno. Él me tomó por los hombros y levantándome en vilo como a un muñeco, dijo atronador: "Tiene usted la sazón justa; mi capitán estará gustoso en tenerlo de cocinero".

Volví con el contrato en mis manos a la fonda, pero Ella se había marchado.

Luisfey, 8:02 a.m.

febrero 08, 2005

Un gato negro, salido de no sé dónde, ha cruzado en mi camino, y por mucho que uno se resista a tomarlo como presagio de mala suerte, no negaré que un escalofrío me recorrió mientras oía los huesos del minino triturarse bajo los neumáticos de mi auto.

Luisfey, 11:50 a.m.

febrero 07, 2005

Iba tan inmerso en mis pensamientos, que mientras caminaba por la calle, no me di cuenta sino hasta que ya fue tarde: pasé debajo de una escalera. Y no es que sea demasiado supersticioso, pero se da el caso de que era ésta una escalera de caracol.

Luisfey, 7:51 a.m.

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