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© Luis Felipe Hernández, México,
salvo especificación en contrario.
diciembre 15, 2005
Me voy a morir o alguna hecatombe va a suceder, pues estas coincidencias ya rayan en lo Sexto sentido, por decir lo menos.
La uno: Salgo a comprar una botella para mi sobrina y su novio, para agradecerles la cena de langosta que me ofrecieron. En el parque de la esquina encuentro al room mate de su hermano... Pero el caso es que el departamento que comparten està en Madrid, a pocas calles de la Almudena.
El room mate de mi sobrino dice que ha roto con èl por siempre jamàs, por culpa de una fèmina (¿y por què otra cosa pueden dos amigos de toda la vida dejar de serlo, si no?) y hablamos al respecto.
La dos: voy caminando por la calle, minding my own business. En un cafè, en un ade las mesas pegada a la vidriera, està la chica con la que se acuesta Sid... y Ella, que no me dio boleto para la ópera. Puedo pasar de largo. Puedo regresar, saludar, con absoluta indiferencia. Sì, estas dos son buenas opciones... pero entonces, que alguien me explique: ¿Por què he entrado al cafè, me he plantado frente a su mesa, y he lanzado un bien entonado do de pecho, del aria que màs me gusta de aquella òpera a la que no fui?
