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© Luis Felipe Hernández, México,
salvo especificación en contrario.

junio 09, 2005

Banff Tips
Para sobrevivir a los osos, los alces, los venados y los que asean los cuartos.

9. La fiesta oculta

Admítelo: desde tu llegada lo has percibido. Desde luego careces por completo de bases, pruebas o fundamentos para saber que estás en lo cierto, como no sea aquella máquina.

Desde tu llegada, has tenido la sensación de que todas las noches aquí ocurre, a tus espaldas, una fiesta clandestina donde todo mundo está dándose gusto a la carnalidad.

Insistimos, no tienes pruebas, pero lo intuyes: es como si al cerrar la puerta de tu cuarto, tras una jornada intensa, ya sea porque las musas quisieron tenerte muy ocupado o porque te ocupaste tú en intentar atraparlas sin resultado, los pasillos se plagaran de bailarinas, músicos, pintores y otros artistas, todos desnudos y de puntas para no hacer ruido, corriendo a quién sabe dónde (presumiblemente, al mismo bosque donde tú escribes) a celebrar su noche de desenfreno y concupiscencia. Cada noche. Diariamente. Sin fallo.

Quizá estás realmente imaginando cosas. Quizá todo mundo se guarda castamente en su propio cuarto cada noche.
Pero entonces, ¿por qué en el sótano, al lado de las lavadoras y secadoras de ropa comunitarias, hay una máquina que expende condones?

Luisfey, 12:07 p.m.

junio 08, 2005

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Para sobrevivir a los osos, los alces, los venados y los que asean los cuartos.

8. Saber compartir

Horror. Se han ido.

El sábado tuviste una gran idea, después del concierto de jazz, en efecto soberbio.
Así que, a las 10 y media de esa misma noche, entraste a tu estudio y empezaste a darle duro. Para el lunes por la tarde ya tenías 44 páginas so far.
Martes, la trama se atora.
Miércoles, nada. La trama está más atorada que las botas al cruzar los lodazales que se han ido formando por los caminos para llegar a la zona de estudios, pues no ha parado de llover, 24 horas de agua cayendo sin cesar.
Te preguntas qué puede ser. Por qué las musas te han abandonado después de dos semanas de fructífera relación. Qué puede ser.
Miras a tu rededor: Los pintores pintan. Los bailarines bailan. Los músicos ensayan (todo el día: un trombón retumba ad aeternum, una batería no deja de sonar, ya como parte del entorno). Los performancers se hacen idiotas (pero es lo que le corresponde, como a los escritores el escribir).
Entonces te das cuenta: las musas han sido más que generosas contigo y han estado dentro de tu estudio dos semanas dos, habiendo como hay tantísimo otro artista(*) ávido de tenerlas, por un rato aunque sea.
Decides compartir, por estos días, a las musas; pero esperas que sean fieles de alguna manera y regresen a tí, o esa historia de 44 páginas se quedará tan trunca como los troncos de los árboles que han caído a mitad del sendero, por tanta lluvia.

(*): en el centro Banff para las Artes, la credencial de cualquiera en residencia, lo llama "artista".

Luisfey, 8:46 a.m.

junio 06, 2005

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Para sobrevivir a los osos, los alces, los venados y los que asean los cuartos.

7. Un diario es un espejo

Como no sea por internet, si desearas enterarte de las noticias de tu país la tendrías muy difícil, pues a este lugar, enclavado en las montañas, no llega más que un único periódico local. Repito: si desearas.

Por alguna razón siempre has pensado que un diario representa la sociedad a la que va dirigido, es un espejo de la misma.
Luego entonces, el Outlook de Banff sin duda te habla de que existen mundos más gentiles que del que provienes (quizá también ingrávidos y sutiles): hace una semana, leíste a ocho columnas "Osa y cachorros atraviesan el campo de golf del Hotel Fairmont" y la noticia te pareció graciosa, sí, pero ¿para titulares?
Ayer el Outlook, nuevamente en primera plana, te informó "Cachorro de oso arrollado por el tren".
Supones entonces, que en diarios como éste, la página de sociales debe traer fotos de Ricitos de Oro y decides comprarlo.

Luisfey, 8:36 a.m.

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